Cantaba en mi cama canciones de cuna
y en algunas noches ladraba a la luna.
Dejaba en mis frisos y en mis alquitrabes
todos sus vestigios, su pluma de ave.
Me volaba el coco, con sus sahumerios
y versículos falsos de los evangelios.
Basta de nombrarme lugares comunes,
yo te doy mi vida, tu me das tus lunes.
Voy a tatuar mi número en tu piel
con la plumilla del aliento,
y acabaré violándote después,
pero con tu consentimiento.
En juicios sumarios era apabullante
su mirada ingenua era un atenuante.
Ella se codeaba con los delincuentes
y nadie archivaba sus antecedentes.
Por hacerla mía vendí mi alma al diablo
y una noche de esas blandió su venablo.
Me atravesó el pecho mientras me mordía
con ensañamiento, con alevosía.